Hoy en día la medición, valoración y disminución del impacto ecológico de nuestras actividades, es objeto de preocupación y estudio permanente. Los innumerables, y en ocasiones graves, gravísimos, efectos de nuestra actividad humana en los ecosistemas, son admitidos como hechos y consecuencias de nuestro crecimiento como especie, y se procura evitarlos o disminuirlos.
La definición del modo de nuestra relación con el entorno natural, con los ecosistemas y con el planeta mismo, se ha incorporado a todas las esferas de la actuación humana. No hay reglamento, ni procedimiento productivo, ni normativa legal, que no considere algún aspecto de la incidencia de cualquier hecho en cuestión sobre
Es innegable el valor positivo de la incorporación de una visión conservacionista de
Es más, puede ocurrir el efecto contrario, que las medidas conservacionistas en cualquier proceso productivo, económico o social se contemplen como una carga, como un yugo, y lo natural acabe siendo objeto de furia y resentimiento, de tal manera que se cumple en la esfera pública ciudadana y se desmonta, a modo de acto de rebeldía, en lo privado.
Para evitar estos efectos perniciosos y deletéreos de nuestra relación con el medio ambiente, es necesario que
Si la ética es el marco donde se establecen los modelos óptimos y justos de relación del individuo con todo lo que le rodea, debe haber un sitio de primera magnitud para
¿Cómo definir nuestra relación con
Porque el punto de partida para encontrar esta relación óptima es justamente reconocer que formamos parte de
Considerando por tanto, que formamos parte del engranaje de la vida en el planeta, el carácter de nuestra relación con
De igual manera, la forma correcta de nuestra relación con el resto de
Nos caracterizamos por tener una mente, en el más amplio sentido de la palabra, que nos proporciona el discernimiento, la capacidad de aprendizaje, el poder conocer las leyes naturales, el crear espacios interiores para el desarrollo espiritual (el término espiritual no se emplea en este contexto, como algo vinculado a una experiencia religiosa en particular, sino a la característica antropológica de contacto con lo sagrado) o metafísico, y un amplio etcétera de funciones mentales.
Nos caracterizamos también por tener un comportamiento extremadamente plástico y adaptativo, que es capaz de vincular los procesos mentales a las necesidades materiales y viceversa. Somos capaces de desarrollar las más variadas afectividades, desde el instinto más básico y común con los animales hasta los sentimientos más elaborados y elevados.
Nuestras necesidades por tanto exceden en mucho de las exclusivamente materiales: necesitamos también acceder a recursos no materiales (sentimentales, mentales y espirituales o metafísicos).
Además de todas estas características específicas, tenemos otros logros evolutivos imprescindibles e igualmente específicos, como es la capacidad de movilizar la conciencia (que sería la sección de la realidad que atendemos en un momento determinado) a lo largo de todo nuestro ser: desde lo más metafísico o espiritual hasta nuestra realidad más corpórea y material. Y también hemos alcanzado la posibilidad de vivir en sociedad, creando una unidad supraindividual, que potencia las características personales y que posibilita el desarrollo de otras facultades humanas, como es la transmisión del conocimiento y la experiencia, de tal manera que se favorece la evolución cultural frente a la evolución natural.
Así, nuestra relación con
El marco ético de nuestra relación con
Cuando somos capaces de poner nuestra conciencia en lo más elevado de nuestra esfera mental y espiritual, podemos orientar nuestras decisiones de manera más adecuada, según lo aprendido de las leyes de
Por el contrario, si no nos desarrollamos plenamente como seres humanos, dejando amplias posibilidades mentales y espirituales en blanco, centramos nuestra conciencia (nuestra atención al fin y al cabo, la esfera de nuestra realidad) casi exclusivamente en la satisfacción de nuestros impulsos irracionales, sin el suficiente control y modulación. Sin conocimiento de los efectos, tampoco podemos introducir correcciones. La consecuencia es una explotación y actuación excesiva, por encima de nuestras necesidades materiales, y un impacto insostenible. Además, sin este pleno desarrollo como seres humanos, disminuye nuestro grado de satisfacción, por lo que nos vemos impulsados, de manera irracional, a incrementar nuestra demanda de recursos. La sociedad también se vuelve más frágil e insostenible, porque cuando prevalece la satisfacción de lo irracional y de lo sensacional, se fortalece un comportamiento personalista, egoísta y competitivo, que debilita el papel de la cooperación y el altruismo.
En definitiva, desde un punto de vista ético, la posición del hombre con respecto a
Manuel José Ruiz Torres.
Biólogo. Coordinador del Instituto Internacional Hermes en España