Ética Internacional: Un imperativo en el ejercicio de la política internacional

Ética Internacional: Un imperativo en el ejercicio de la política internacional

Franz J. Zubieta Mariscal[1]

Resumen:

El artículo describe la influencia de los principios de la escuela del realismo político en el ejercicio de la actual política internacional, considerando a la aplicación de tales preceptos como las causas del actual proceso de crisis internacional en todas sus dimensiones. Proponiendo la emergencia de una “ética internacional”, como un imperativo para la re-invención del ejercicio de la política internacional en la transición a una era post- realista.

La escuela del realismo internacional[2] heredó dos principios esenciales de la teoría moderna del poder político: la voluntad de poder (por la que el poder es equivale a dominación, convirtiéndose en un fin en sí mismo que legitima a sus detentadores el auto- afirmarse sobre aquellos que no lo poseen)[3] y la razón de Estado (que es la justificación del empleo de cualquier medida política, económica o militar prescindiendo de su contenido moral, para alcanzar las finalidades “esenciales” del Estado)[4]. Ideas acuñadas y desarrolladas sucesivamente por Maquiavelo, Hobbes y Nietzsche.

Ante el fracaso del idealismo Wilsoniano[5] por la inevitable explosión de la Segunda Guerra Mundial en 1939, el realismo internacional se difundió determinando los criterios para el ejercicio del poder político en la arena internacional. Momento donde los actores de cualquier espectro político entendieron que la política internacional era un simple “juego de poder” que consistía “en la capacidad de que la política exterior encabezada por una élite pueda dominar los pensamientos y acciones de las otras políticas exteriores[6] (traducción libre)”. Reduciendo el problema clave de la política internacional a la breve pregunta ¿Quién de quién?, lo que significa “¿Quién va a ser sujeto y rector de las acciones y los hechos, y quién su objeto y víctima[7]”.

Este pensamiento remozado por el Neo-Realismo[8], se hizo “piel” en el pensamiento, discurso y acciones de varias generaciones de operadores de las relaciones exteriores, quienes suelen aseverar con vehemencia que “los Estados no tienen amigos ni enemigos, sino solo intereses” y que en esencia la diplomacia es el “arte de la hipocresía y del pragmatismo puro”. Por lo que para el realista, pensar en que la “política internacional deba seguir los más altos valores morales y legales, es una contradicción con la misma naturaleza humana que tiende a buscar sus propios intereses sobre los demás, amparado en la ley de supervivencia del más fuerte” (traducción libre)”[9].

Pero ¿Cuáles han sido los resultados del ejercicio de tales principios? Creemos que el tiempo presente es el testigo más elocuente de la crisis internacional en la que inexorablemente esta “fetichización del poder[10] nos ha sumido. Tres ejemplos ilustrativos de las consecuencias de la aplicación de una política exterior realista vaciada de cualquier contenido ético, son sin lugar a dudas: 1) la intervención a Irak (que al presente ha costado alrededor de 85.000 vidas[11] y la pérdida de la legitimidad internacional del ya cuestionado Consejo de Seguridad de Naciones Unidas[12]), 2) la escandalosa crisis financiera internacional (que costó a los Bancos Centrales de los países desarrollados la fabulosa suma de 772.500 millones de dólares[13] para salvar a un sistema que se sostiene en la perdida de otros) y 3) la impotencia de la Comunidad Internacional para sancionar a los mayores emisores de gases de efecto invernadero. Sin embargo, estas crisis y convulsiones perennes del sistema internacional, han permitido vislumbrar el renacimiento de propuestas intelectuales y acciones globales que abogan por el surgimiento de una Ética Internacional (en adelante EI). Pero ¿Cómo entender esta propuesta sin caer en un romanticismo suicida y un idealismo abúlico?

Creemos, que las palabras del actual Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas Miguel D’Escoto Brockmann; nos orientan al respecto: “La presente coyuntura en nuestro mundo es aún más seria que la de hace 63 años cuando se creó las Naciones Unidas. No obstante, no estamos fatalmente condenados a seguir hundiéndonos hasta perecer en el pantano del egoísmo demencial y suicida en que nos encontramos. Para lograr escapar de ese pantano bastaría con que reconociéramos que todos somos hermanas y hermanos y que reconociéramos, también, que esto nos exige cambiar nuestra manera de pensar, de actuar y de interrelacionarnos. (…) ya que el problema de fondo es un problema de ética”.

Entonces la EI, estaría conformada por una triada inseparable: pensamiento, acción e interrelación. Fundamento por la que concebimos a la EI como un imperativo categórico que cuestiona las formas “realistas” de pensar la política internacional y cuyo propósito es promover acciones colectivas - cooperativas de la Comunidad Internacional para aplacar las decisiones unilaterales de sus miembros, quienes deben aceptar la superioridad de los intereses globales frente a sus intereses nacionales. Los macro-destinatarios de esta ética, son los Estados y los Organismos Internacionales y los micro-destinatarios son los operadores de la política exterior (ya sean estos políticos o de la sociedad civil). Teniendo entre todos una relación indisociable y jerárquica, porque la voluntad general internacional es el producto de la voluntad general de cada Estado. Voluntad de Estado que es a la vez el reflejo de los valores y principios éticos de quienes tienen la responsabilidad en la toma de decisiones de la política exterior.

A la vista de lo anterior, lo que queda al lector cuando menos son dos maneras de reaccionar ante la propuesta de construir una EI: negarla por imposibilidad o afirmarla como alternativa y propuesta. Bajo la negación por imposibilidad ayudamos a perpetuar el status quo y dejamos que las fuerza naturales del “hombre como lobo del hombre”, sigan escribiendo la historia de la humanidad como producto de la tragedia. Por el contrario y bajo la afirmación como alternativa, nos queda la responsabilidad de cuestionar los supuestos de la actual política internacional, buscando reencauzar la conducta de los macro y micro actores de la política internacional.

Bajo esta última alternativa y como corolario sugerimos dos acciones concretas para los tomadores de decisiones de la política exterior: 1) Desde un ámbito internacional, mediante el liderazgo de cualquier Estado, se podría promover la propuesta y promoción ante la Asamblea de Naciones Unidas de un “Código de Ética Internacional para el relacionamiento entre los Estados[14]. Este instrumento, antes que normativo-coercitivo podría constituirse como el reflejo de la voluntad política de los Estados para generar un consenso mínimo sobre los principios y valores[15] aceptados actualmente por la Comunidad Internacional para su inter-relacionamiento, independientemente de sus orientaciones políticas, religiosas o ideológicas. Principios y valores que podrían servir de estándares para medir las acciones políticas inter-estatales y de ser el caso constituirse en fundamentos para las denuncias de actos unilateralistas reñidos con el derecho internacional en el marco de las soluciones pacíficas de controversias internacionales. 2) Desde un ámbito local, los Ministerios de Relaciones Exteriores podrían incorporar en el pensum de sus respectivas Academias Diplomáticas la materia de “Ética de las Relaciones Internacionales”, siguiendo la experiencia exitosa de otros centros académicos a nivel mundial[16]. Lo que contribuiría a que los actuales y futuros operadores de la política exterior posean una reflexión fundada sobre las implicaciones de la ética internacional en el ejercicio de sus delicadas funciones y sobre todo que les permita desmantelar modelos mentales ya estructurados.

La consigna se erige titánica pero la urgencia se muestra inaplazable. Parafraseando a Rudolf Stammler, la ética internacional emerge ante nuestros ojos como una estrella polar quizás no susceptible de ser alcanzada físicamente por nuestros navíos sociales, pero que al menos nos brinda la oportunidad de anclar en un puerto más seguro evitando encallar.



[1] Abogado y Politólogo (Universidad Mayor de San Andrés en la Paz - Bolivia), egresado de la Academia Diplomática Plurinacional de Bolivia dentro de la Maestría en Relaciones Internacionales y Diplomacia, actualmente ejerce docencia universitaria en la cátedra de Ética Jurídica y es activista en la defensa de los Derechos Humanos de grupos minoritarios.

[2] Escuela cuyos mayores exponentes son: Raymond Aron, Stanley Hoffman, Hans Morgenthau, Reinhold Niebuhr, Nicholas Spykman y Arnold Wolfers.

[3] Dussel Enrique, 20 proposiciones de política de la liberación, Bolivia, Ed. Tercera Piel, 2006, pág. 39.

[4] Choc Bruno y Ruano Jean Clause, Le pouvoir, France, Ed. Sciences Humaines, 2002, pag. 48.

[5] Escuela de las relaciones internacionales, que sostenía la creencia en la construcción de un nuevo orden mundial basado en la justicia, la cooperación, la seguridad colectiva y el respeto a la soberanía y el derecho internacional

[6] Couloumbis Theodore y Wolfe James, Introduction to International Relations – Power and Justice, U.S.A., Ed. Prentice Hall, 1976, Pág. 6.

[7] Deutsch Karl, Análisis de las Relaciones Internacionales, México, Ed. Garnica, 1990, pág. 29.

[8] Tertrais Bruno, Dictionnaire des Enjeux Internationaux, France, Ed. Autrement, 2006, pag. 120.

[9] Couloumbis Theodore y Wolfe James , Op. Cit., Pág. 18.

[10] Dussel Enrique, Op. Cit. Pág. 30.

[11] Ver: http://www.bbc.co.uk/mundo/internacional/2009/10/091014_1806_iraq_lf.shtml al 1/10/2009

[12] Annan Kofi, Una Decisión Trascendental, La Prensa - Bolivia, 21 de enero de 2003, Pág. 29.

[13] Ver: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2008/crisis_financiera/newsid_7629000/7629122.stm, al 1/10/2009.

[14] Recordemos como antecedentes alentadores al Código de Ética para el Turismo de NNUU adoptado por la resolución A/RES/406(XIII) y El Pacto Mundial de NNUU sobre Responsabilidad Social de las Empresas

[15] Una propuesta interesante de sistematización de algunos de estos principios y valores puede encontrase en el trabajo de Emilio Martínez “Ética Cosmopolita para la convivencia internacional”, en Revista de Filosofía de la Universidad de Murcia – España, Núm. 29, Mayo – Agosto 2003.

[16] Universidad de Montreal – Canadá (http://www.philo.umontreal.ca/cours/syllabus), Centro de Estudios y de Investigación Internacional – Francia (http://www.ceri-sciences-po.org) y Universidad Católica de Lyon – Francia (www.univ-catholyon.fr)